Especial Federico Fellini. Recordando Los inútiles y Giulietta de los espíritus

los inutiles

A pesar de que fueron películas como La strada, La dolce vita o Amarcord las que brindaron a Federico Fellini su merecida popularidad como uno de los mayores y mejores directores de la historia del cine italiano… A pesar de que fueron El casanova, 8 1/2, Roma, Y la nave va o Satyricon las que le consagraron como un director de culto (para un servidor, estos son sus cinco puntos clave, mejores aún que las anteriormente citadas), la obra del de Rimini se extiende a través de un corpus creativo que abarcó cuatro décadas y en el que se sucedieron, una tras otra, inapelables obras maestras en las que no sobró nada, y faltó aún menos: ni siquiera son ligeramente prescindibles para cualquier seguidor felliniano bisoño sus experiencias televisivas (Los clowns), sus participaciones en films colectivos (Amor en la ciudad, Boccaccio ’70) o su aportación para la serie Historias extraordinarias, la ciertamente extraordinaria Toby Dammit.

Así que ni cabría ponerse en duda, más a la luz de la raquítica paleta de títulos disponibles en nuestro país firmados por el director, la necesidad de la existencia de sendas ediciones de dos títulos, cada uno a su manera, clave. Dos películas que, si bien ya fueron editadas dentro de un estrambótico pack que también aunaba Ginger & Fred con La dolce vita, ahora conocen su pequeño momento de gloria de la mano de A Contracorriente, cada vez más presente en el imaginario cinéfilo de los aficionados al doméstico.

Cada una a su manera, como decimos, y cada uno desde su atrincheramiento ético y estético, marcan la experiencia felliniana. Por un lado una Los inútiles aún enmarcada en la etapa primeriza, ligada por algunos lazos del neorrealismo que aún coleteaba en 1953, año de producción de esta la segunda película en solitario del director. Llegaba poco después que la superlativa El jeque blanco y venía a confirmar la capacidad magmática de un nuevo talento que prometía dar mucho de si. Y que ofrecía subversión donde otros se iban acartonando con el paso del tiempo: estos inútiles de Fellini se mantienen actuales en su entendimiento más desencantado que derrotista de la vida: un grupo de ni-nis (sí, justo) veinteañeros, casi arquetipos campando en los ambientes provincianos tan apegados al neorrealismo y que representan la desazón teñida de hedonismo, o viceversa, de la juventud del siglo XX. Al fin y al cabo, la Italia de los 50 no era un lecho de rosas; el país seguía en reconstrucción, y cualquier acto de indiferencia debía ser entendido como, directamente, irresponsabilidad: hay un abismo insondable entre todo esto y lo que nos contaba que había sucedido una década antes en la Roma, ciudad abierta que dirigía Rossellini y guionizaba el propio Fellini.

Un drama moral en forma de comedia costumbrista, o a la inversa, una película profundamente humanista, primera colaboración del director con Nino Rota e inicio de una carrera intensa que tendría en La strada su siguiente milestone y su definitiva confirmación. Los inútiles es, en fin, una de las películas más interesantes y aun así olvidadas del maestro, no tanto por salirse de -o mejor, no haber entrado aún en- las ideas prefijadas que tenemos de él (barroquismo formal, espíritu circense, surrealismo teatral, melancolía y desapego existencial, influencia desmedida de lo nostálgico, paquidérmico peso del pasado) como por pertenecer a una época aún primigenia del desarrollo de ese mismo imaginario.

Un poco lo opuesto que le ocurre a Giulietta de los espíritus, colorista, profundamente formalista, visualmente arrebatadora, y cuyo tremendo peso artístico debería queda perfectamente definido y acotado sabiendo de antemano un único dato: que fue rodada inmediatamente después de 8 1/2. Es decir, que nos encontramos con un Fellini en un callejón cada vez más estrecho: después de La dolce vita, de su historia para Boccaccio ’70 e inmediatamente a continuación de la purga, exorcismo y suicidio/reinvención de la citada 8 1/2, aun hoy su película más intensa y arriesgada, su mayor y más inexpugnable obra maestra, el siguiente paso se daba en un lodazal.

De modo que sin ser un producto a la (estratosférica) altura de su predecesora, Giulietta de los espíritus es una película fruto de un escape no tanto hacia adelante como hacia los lados: si el director podría haber quedado en un limbo creativo como el que habitaba su alter ego encarnado por Mastroianni, la realidad fue que su mundo estallaba inevitablemente hacia latitudes definitivamente distintas. La musa Giulietta Massina, en una nueva colaboración con Federi, se mete en la piel de la protagonista titular en una especie de viaje de autodescubrimiento generado a partir de una anécdota trivial, la voluntad de descubrir si su marido le pone los cuernos. A partir de aquí, Giulietta entra en contacto con un mundo, el de los espectros (vía mediums) que en el fondo no es sino un ensanche de su propia espiritualidad, de los fantasmas que pueblan su pasado y de los anhelos que configuran su futuro. Un caleidoscopio narrativo en el que los saltos temporales se suceden mientras se entremezcla realidad con sueño, prosa con poesía. Y en el que prima más lo sensorial que lo puramente lógico. La sugerencia por encima de la causa-consecuencia.

Y es que aquí, Fellini opta por la poética del exceso, de la exuberancia y la voluptuosidad de las formas en una opción plástica exacerbada que colinda a ratos con el preciosismo y a otros con el feísmo kitsch (dada una importancia capital del color y sus posibilidades sensoriales y expresivas). Pero que hacen llegar hasta todas las coordenadas posibles las pretensiones de un cine libre, mutante, abierto a imprevisibilidades, a múltiples lecturas, con gran capacidad alegórica y que en casi ningún momento se deja domesticar. Una película minimizada ante el impacto de sus obras mayores, pero a pesar de ello un perfecto acercamiento al universo autoral y la cosmogonía ética del realizador.

Junto con Los inútiles, dos momentos destacados del cine europeo que ahora se nos presentan en sendas ediciones en DVD brindadas por una A Contracorriente que en este caso ha limitado al máximo sus contenidos adicionales: tan sólo algunos bonus poco chichudos (trailer, ficha artística, ficha técnica) terminan de adornar los correspondientes discos que esta vez, como sí ocurría con El desierto rojo o con las películas de Ingmar Bergman, se presentan sin libreto de apoyo. Una auténtica pena que sin embargo vuelve a quedar, una vez más, relativizada por la calidad del contenido fílmico. Esa sí, impagable.

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Oyeoyeoye, que no devolvemos el dinero! XDDD
    La verdad es que "Calle mayor" es infinitamente superior (yo también pensé en ella cuando estaba dándole vueltas a este comentario), y aunque no hay NI UNA SOLA película de Fellini que no me guste, no es este mi preferido (ya digo, a parte de "8 1/2", me encantan "Casanova", "Toby Dammit" e "Y la nave va"… y "del otro" Fellini, "Las noches de Cabiria", "El jeque blanco", "Almas sin conciencia" y "La strada").
    Pero vamos, que aun así, me parece una película extraordinaria y un punto fundamental para entender la primera etapa de su filmografía y del devenir del cine italiano de los años posteriores.
    Ya nos contarás!

    Un abrazo (y feliz año!!)

  2. He de reconocer que cuando ví los Inútiles me llevé una ligera decepción, no porque me pareciera una mala peli, ni mucho menos, pero si porque (como bien indicas) la asoció muy poco al mundo que después me deslumbró de Fellini, y a excepción del final (maravilloso, espectacular, y todos los adjetivos que uno quiera insertar) me dejó bastante frío, o porque el recuerdo de la enorme Calle Mayor de Bardem lo tenía muy reciente (aun siendo posterior), así que nada mejor que intentar agenciarme la edición en Dvd (que el otro día en la Fnac no estaba nada mal de precio) y volver a echarle un ojo, porque si la recomiendas tan encarecidamente es porque seguro se me escapó algo.

    Saludetes!!!

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