Minicríticas de los nominados a mejor corto animado (2010)
Como os decíamos, en La Casa de los Horrores nos arremangamos los calzones y nos disponemos a ofreceros un exhaustivo seguimiento de los Oscar, con algún que otro especial y las críticas de todos los nominados, incluyendo algunas que se quedaron atrás en su momento. En esta fiebre informadora no podían faltar las distintas categorías de cortometrajes, que explicaremos en posts de minireseñas. Sin ir más lejos, este mismo.
Entrando al tema, ocurre que el nivel de este año entre los cortos animados, seamos sinceros, es más bien medianito. Por ilusión que nos haga que una de las estatuillas se venga para casa, «La dama y la muerte», de Javier Recio García, no es de lo mejor que se haya visto en esta categoría, y la ausencia del Pixar de rigor se hace notar bastante. Y de hecho, a excepción del ya habitual corto de los estudios Aardman (auténticos demiurgos de la plastilina), hay entre todos los oscarizables un predominio de la animación por ordenador (¿alguien más echa de menos a Bill Plympton?) que toma como principal y natural referente al equipo de John Lasseter, y aunque estos últimamente no hayan mostrado sus mejores cartas, los resultados «de todos los demás» terminan siendo francamente inferiores.
Pero vayamos paso a paso, y después del salto de página.
Entrando al tema, ocurre que el nivel de este año entre los cortos animados, seamos sinceros, es más bien medianito. Por ilusión que nos haga que una de las estatuillas se venga para casa, «La dama y la muerte», de Javier Recio García, no es de lo mejor que se haya visto en esta categoría, y la ausencia del Pixar de rigor se hace notar bastante. Y de hecho, a excepción del ya habitual corto de los estudios Aardman (auténticos demiurgos de la plastilina), hay entre todos los oscarizables un predominio de la animación por ordenador (¿alguien más echa de menos a Bill Plympton?) que toma como principal y natural referente al equipo de John Lasseter, y aunque estos últimamente no hayan mostrado sus mejores cartas, los resultados «de todos los demás» terminan siendo francamente inferiores.
Pero vayamos paso a paso, y después del salto de página.
Abrimos fuego con «Granny O’Grimm’s Sleeping Beauty«, un 3-D, como decía, técnicamente correcto y visualmente atractivo: lo cierto es que las texturas están conseguidas, el diseño de los personajes es simpático, y la iluminación está muy bien tratada, especialmente en los momentos en los que busca crear contrastes. Combina de forma ingeniosa y efectiva el 3-D con momentos en un 2-D digital para mostrarnos la bedtime story que cuenta una ¿adorable? abuelita a su nieta. Al final, resulta ser un cuento de hadas protagonizado por un grupo de ninfas bastante perras y una hada vieja y fea que les da su merecido, y la pobre nietecita termina desvelada por lo truculento de la historia.
Poco más en un guión que no pasa de gracieta bien hecha (en Irlanda, por cierto) pero con poco punch y que en el fondo termina teniendo la capacidad transgresora de un «Shrek» cualquiera.
Poco más que decir. Esto no es Pixar, ¿lo había dicho ya?
Poco más en un guión que no pasa de gracieta bien hecha (en Irlanda, por cierto) pero con poco punch y que en el fondo termina teniendo la capacidad transgresora de un «Shrek» cualquiera.
Poco más que decir. Esto no es Pixar, ¿lo había dicho ya?
Se trata de un sketch sin palabras de ritmo acelerado y urgencia cartoonesca donde un supercirujano y la misma Muerte se disputan la vida de una entrañable ancianita que sólo quiere reencontrarse con su difunto marido. El tirayafloja desemboca en una persecución trepidante que tiene algo de «Monstruos S.A.» y su secuencia de las puertas, con un aire slapstick y un punto de aventura.
Todo llevado con un suave humor negro que culmina en una conclusión algo bestiaja (bien).
A destacar la secuencia inicial, cuando la viejecita parece dispuesta a abandonar el mundo en una serie de planos estéticamente muy bonitos, fantasmagóricos y evocadores, y el choque de dicha secuencia con las posteriores, luminosas y coloridas.
Nada del otro mundo, pero divierte.
Fabrice O. Joubert dirige casi con un único tiro de cámara en planos-secuencia donde se desarrolla toda la acción, la figura protagonista en el centro, con la huida imposibilitada, y con el resto de personajes revoloteando a su alrrededor: el barman, un indigente flemoso y una monja que… en fin, una monja.
Creación del estudio francés The Pumpkin Factory, «French Roast» es casi una delicia, pero sería perfecta si el colofón final del sketch tuviera algo más de fuerza (aun si eso sacrificara su leve mensaje moral). Wallace y Gromit a parte, esta definitivamente sería nuestra favorita si no existiera…
La cosa empieza como un policíaco en el que un Ronald MacDonald fugitivo es perseguido por una patrulla de agentes con forma de muñecos de Michelin en un trepidante manhunt que reúne todas las constantes del cine de acción y suspense. Un ritmazo increíble y un pulso vibrante que, con mucha coña, termina desembocando en un catastrofista sin nada que envidiar a «2012«.
Algo hay también del Tarantino de «Pulp Fiction» (esas cafeterías de los 50, esos diálogos entre colegas bien trufaditos de tacos), y sobre todo, mucho humor postmoderno y multirreferencial.
Y no extraña: «Logorama» hace de la publicidad encubierta su razón de ser, transgrede las imágenes de marca y le da la vuelta a los logotipos, siempre buscando sus posibilidades estéticas cara al gamberrismo. Resultado, 15 minutos de destrucción iconoclasta, subversivos y no sé hasta qué punto legales: son realmente impagables ese Mr. Propper sarasa y las muertes de dos M&M’s y Mr. Cacahuete (¡ya era hora, por Dios!)
Todo, evidentemente, una divertida pero animal crítica al consumismo desaforado.
En esta, el despistado inventor de acento cockney y su fiel y audaz mascota se enfrentan a un asesino de panaderos en un policíaco cómico con viuda negra incluida, con las habituales carreras de arriba abajo y una imaginación y fuerza visual realmente potentes (a destacar la cacharrería mecánica y la bonita fotografía e iluminación general).
Y es que Aardman Studios siempre es garantía de buen gusto, elegancia y diversión a partes iguales, y en esta ocasión no decepcionan: el aire a las sátiras criminales de la Ealing le da un toque de distinción cuyo clímax es una secuencia trepidante y divertidísima, con un sentido del ritmo y del montaje que ya quisieran para sí muchos directores de acción, y un colofón negro un punto salvaje.
Sí es cierto que este tampoco es el mejor trabajo de Aardman, pero el nivel sigue estando de lo más alto.
Mucha clase.