Oscars 2014: Críticas de los documentales nominados

He aquí un breve repaso de las cinco películas que conforman el repoker de nominados a la categoría de largometraje documental de cara a la próxima ceremonia de entrega de los Oscars. Cinco candidatas que ya habían mostrado su potencial crítico en los pasados meses y que se han terminado imponiendo sobre algunos de los otros favoritos. Y aunque Stories We Tell y First Cousin Once Removed parecían tener un pie dentro, no es menos cierto que las seleccionadas han supuesto una sorpresa muy relativa: todas ellas pisaban con fuerza tras su paso por Sundance o por los circuitos especializados. Todas ellas, o casi todas, abogan por la intensidad, por la fiereza analítica de la sociedad o por la examinación profunda de los sentimientos humanos. Cinco películas muy remarcables de las que nosotros sólo descartamos una. Veamos.

The Square (Jehane Noujaim)
No sé si The Square (o Al-Midan) es la película que la Primavera Árabe necesitaba pero desde luego sí resulta en un valioso testigo de un momento crucial en el devenir sociopolítico del mundo contemporáneo. Documentando casi dos años y medio desde 2011, Jehane Noujaim se detiene en esos pequeños héroes anónimos que representan por extensión a toda una masa pacífica que lo único que pretendía era defender sus derechos frente a una opresión gubernamental. No hará falta recordar los hechos, pero el documental se postula como la única descripción posible para ese momento: un relato vibrante y emocionante, lleno de vida y en el que se respira el triunfalismo del pueblo, pero también la inseguridad de lo que está por venir, la incertidumbre por el nuevo paisaje social. Al fin y al cabo, detrás de las manifestaciones pacíficas se agazapan execrables prácticas militares de represión y tortura hacia los revolucionarios, una nueva representación de la corruptibilidad de los altos estamentos y la pura injusticia de su impunidad jurídica. The Square no se calla, da voz a todos aquellos que no merecían quedarse silenciados y a partir de una táctica de inmersión formal nos traslada al puro fragor revolucionario. A los momentos más tensos e intensos de todo el acontecimiento mediante imágenes tomadas in situ en la propia plaza, recogidas de videoficionados, de informativos y de los propios testimonios de los protagonistas. Un documental duro, pero pleno de vida.

 

20 Feet From Stardom (Morgan Neville)
Sin ánimo de frivolizar, también los protagonistas de 20 Feet from Stardom recibieron en su momento un cierto trato de vacío: la película de Morgan Neville (siempre tan apegado a las manifestaciones musicales americanas) se centra en toda esa paleta de background singers (o coristas) sin cuya ayuda gran parte de las canciones más populares de los últimos 50 años habrían sido las mismas. Neville pretende reconocer su labor y otorgarles la relevancia de la que nunca gozaron, recordándonos que en ocasiones ellas eran los pulmones e incluso el corazón de todos aquellos músicos negros y blancos que en directo o en estudio fueron labrándose las reconocidas carreras de las que hoy día gozan. Por aquí pasan rostros tan reconocibles como las de Stevie Wonder, Bruce Springsteen, Mick Jagger, Sting o Bette Midler. Pero especialmente 20 Feet from Stardom sirve para poner cara a todas esas vocalistas afroamericanas olvidadas, mucho más presentes en composiciones populares de lo que se podría llegar a pensar: acompañando a Ray Charles, poniendo color de ébano a las producciones de Phil Spector pero también terminando de apostillar temas de Bowie o Lynyrd Skynyrd, las Darlene Love, Mable John, Claudia Lennear, Judith Hill o Tata Vega representan ese pedazo de historia olvidada y de necesaria reivindicación. Por aquí hay declaraciones excepcionales e imágenes de archivo de actuaciones para televisión o directos de la época, sesiones grabadas expresamente para el documental y, claro, toneladas de soul, funk, rock, folk y sonido Motown. Las sonoridades que han acompañado las composiciones seminales que interpretaba Aretha Franklin, que ilustraron la eclosión de Whitney Houston o que pusieron el calor en la muerte de Michael Jackson. En especial, 20 Feet form Stardom es una reivindicación de la personalidad y un descubrimiento del yo tintado de profunda espiritualidad.

Dirty Wars (Rick Rowley)
Poco hay que decir de este más que cuestionable thriller melodramático disfrazado de documental intrépido y orquestado por un ego descomunal. La película escrita por Jerey Scahill es, La Película De Jerey Scahill, un certero pero oportunista documento disperso entorno a las prácticas dudosas de Estados Unidos en lo que podríamos denominar el Negocio de la Guerra. Por supuesto, si damos por buenas los principios de Maquiavelo, esto representa un documento necesario en la progresiva desafección social hacia el estamento político: una puesta en crisis de la “versión oficial” basada en la idea (probablemente bastante acertada) de que la primera potencia mundial articula guerras encubiertas en países casi tercermundistas. El problema de Dirty Wars son sus métodos: aquí el reportero es la estrella, un tipo algo mesiánico que se convierte en el auténtico centro de atención del relato; una especie de Michael Moore más severo, menos frívolo, pero también más engolado, que parece demasiado preocupado en atribuirse todos los méritos posibles, más que por trazar una panorámica rigurosa. El resultado es un documental que se esfuerza por parecer intenso, peligroso y atractivo, pero que en el fondo no es más que una propuesta dispersa, informativamente sesgada y con un claro desespero por el impacto directo. Insisto, y ya que la influencia real de la cinta de Rowley y Scahill va a ser prácticamente nula y sus propósitos van a caer en saco roto, podemos permitirnos lanzar esta reflexión crítica: son necesarios este tipo de películas, sí, pero no así.

The Act of Killing (Joshua Oppenheimer)
En ocasión del estreno de la película en nuestro país, ya nos deshacíamos en elogios al respecto en nuestra correspondiente crítica. He aquí un extracto:
En un gesto de articulación de la Historia con una representación de la misma, en una especie de juego de puesta en crisis de la realidad condenable frente a un mucho más idealizado recuerdo de ella. Los protagonistas se creen estrellas de cine y escenifican en espectáculos folklóricos esos actos. La memoria histórica deviene en un teatrillo absurdo, en una farsa escrita por los ganadores, esforzados en convertir el pasado en un mero constructo. La película se pone metacinematográfica y se presta a esa escenificación enfermiza, malvada y sesgadísima.
Oppenheimer se posiciona en un plano de surrealismo para relatar una historia tan real que sólo puede ser asimilada desde la representación. De lo contrario, la incredulidad se apoderaría de los hechos. Es un juego paradójico, una asunción forzosa de unas reglas convencionales que en el fondo encierran una verdad demasiado terrible relacionada con la imposibilidad de perdonar. Y la incapacidad para ello de una sociedad demasiado herida aún por los hechos. Una sociedad que, no obstante, sigue regida por los culpables que se pasean impunemente. Y en los que parece anidar, como decíamos, El Mal. Suena reduccionista, pero no se me ocurre mejor manera de describirlo.
Al final, The Act of Killing se ve como un documental exótico y folklórico, pero se percibe con la perplejidad de la incomprensión hacia unos hechos abismales, inexplicables y aún más injustificables. Encuentra nuevas vías de expresión manipulando las reglas clásicas del documental y sus escarceos con la pura ficción. Pero de tan radical termina alcanzando una verdad insoportable que enfrenta a los hombres con sus propios actos. Y ahí es donde triunfa.
Muy duro.
Y aquí, la crítica entera.

 

Cutie and the Boxer (Zachary Heinzerling)
También tuvimos la ocasión de hablar de Cutie and the Boxer. Fue a finales del año pasado, a cuento del repaso a las películas que permanecen vírgenes de exhibición en salas de nuestro país. Al respecto os comentábamos lo siguiente:
Precioso documental-sorpresa que reivindica a los artistas por encima del arte como institución, que habla de los genios en la sombra y el sacrificio, del reconocimiento y el honor. Cutie and the Boxer es la historia de vida de Ushio Shinohara y su mujer Noriko. El primero es un pintor cuyas performances se enmarcan en la llamada action painting (arte de impacto, eminentemente relacionado con la noción de movimiento, neo-dadaísmo con una parte de imprevisibilidad destinada al azar del choque físico entre el artista y el lienzo), en este caso ejecutado con un par de guantes de boxeo empapados en pintura y disparados contra el plano. Y la segunda es su abnegada pareja, entregada en cuerpo y alma a las excentricidades de su marido, pero en realidad artista en si misma, genio a la sombra del mucho más carismático Ushio. Instalados desde hace décadas en el SoHo neoyorkino, la del matrimonio Shinohara es una historia de respeto profundo, de complicidad, de amor dilatado a lo largo del tiempo. Pero en especial, la suya es la historia de un choque de caracteres: el del «genial», divinizado, expansivo Ushio frente a la discreta, paciente, entregada y más genial aún Noriko: a través de sus creaciones, unos dibujos posteriormente animados cual manga en movimiento, y mediante las formas de esta película frágil intimista e infinitamente melancólica, la historia de los Shinohara se nos muestra como una bella historia de amor basada en la eterna lucha de equilibrios.

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

Te puede interesar...

Escríbenos algo

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *