Críticas breves: Toy Story 3D y Mi vecino Totoro

Qué felices nos tienen con el rescate por partida doble, y con una semana de por medio, de dos cumbres de la animación reciente, dos representantes ilustres de sendas maneras de hacer cine de animación distanciadas estilística y técnicamente entre sí pero imprescindibles por igual.
Y es que si dos productoras hay que se lleven el gato al agua en esto de la animación de unos años a esta parte, esas son Studio Ghibli y Pixar Studios. Pixar y Ghibli. Pues eso, «Toy Story» y Totoro de nuevo en cine, la americana en versión 3D. La japonesa a pelo.
Lo dicho, felices.

 

La reedición de «Toy Story» (1995), como decía, aprovecha el reciente (ejem, EJEM) boom del 3D y dota literalmente de profundidad y relieve a unas imágenes ya conocidas, por lo que el resultado tiene una parte positiva y una negativa. Lo bueno es que puesto que la película no se concibió pensando en el 3D, no se ve obligada a entregarse al onanismo estereoscópico, y no supedita su planificación al constante empeño de impresionar al espectador, por ejemplo con el trillado plano de objeto acercándose directamente a cámara que sí, será muy molón las primeras dos veces, pero estará vacío de significado las siguientes cincuenta.
Pero exactamente el mismo motivo representa la parte negativa: justo ese no-enfoque originario hacia el 3D implica que tampoco se aprovechen todas las capacidades estéticas y narrativas que dicho sistema puede ofrecer, especialmente con la habitual exuberancia visual de las propuestas de nuestros geniecillos de Emeryville, California, como han demostrado recientemente con «Up».
En cuanto al resto de cualidades técnicas, vienen determinadas por los tres lustros que separan «Toy Story» de «Wall·E», en mi opinión lo mejor de Pixar hasta la fecha. Las texturas, la expresividad, los movimientos, la interacción de los objetos con el entorno han ido mejorando, pero las bases ya estaban ahí, la semilla ya estaba plantada, y al fin y al cabo el resto son futesas.
Y todo lo demás ya lo sabíamos de antes. «Toy Story» es una demostración de clase y elegancia en la realización (John Lasseter, jefe de todo esto), un diseño de personajes (especialmente centrado en Woody y Buzz) por el que mataría cualquier guionista de humor, un sentido del gag físico/verbal afinadísimo y con momentos de auténtica antología. Y lo remata una puesta en escena diáfana y, cómo no, una historia que de tan pura llega a todo el mundo.

Sorprende ver cómo ha cambiado el panorama y sin embargo cómo se mantiene todo igual al mismo tiempo, porque en animación 3D, en animación a secas o en cine familiar, quince años después Pixar aún domina el cotarro, mientras que el resto… bueno, el resto hacen lo que pueden.

Excepción hecha, claro, de los chicos de Ghibli.

 

Porque esta recuperación de «Mi vecino Totoro» (1988) nos recuerda que la genialidad que gasta el maestro Hayao Miyazaki y los suyos no es cosa de los últimos años, sino que viene de lejos (y si no recordad aquella maravilla llamada «Conan, el niño del futuro», de 1978).
Y ahora podemos volver a comprobar que las constantes del cine de Miyazaki ya estaban ahí. Elementos que aparecen en sus posteriores hitos (desde «La princesa Mononoke» hasta «Ponyo en el acantilado», pasando por «El viaje de Chihiro», «El castillo ambulante» y exceptuando, quizá, «Porco Rosso») ya están presentes en «Totoro»; a saber, una premisa argumental sencilla que sirve como excusa para dejar fluir la fantasía y la imaginación, un leve pero crítico mensaje ecologista, la presencia de elementos y criaturas tradicionales de la cultura japonesa y la convivencia de lo cotidiano con mundos que tienen un sistema propio de reglas no explicadas, sólo mostradas.
Formalmente tampoco encontramos demasiada diferencia. La técnica es la misma, dada la cabezonería con que Miyazaki se aferra al tradicional 2D (y que nosotros agradecemos), y la calidad de la animación es levemente inferior, aunque sorprendentemente poco teniendo en cuenta que estamos ante una película con más de 20 años. Es cierto que no demuestra el virtuosismo gráfico de algunos momentos de sus últimas películas, pero eso no le impide llegar a cotas de emoción similares.
En resumen «Totoro» es un producto 100% Miyazaki, con sus personajes entrañables, sus valores positivos que no hipotecan la libertad del argumento y no renuncian a la madurez desde su enfoque infantil, su trazo limpio y alegre habitual del anime y, cómo no, con esas maravillosas partituras de Joe Hisaishi, carne de cualquier «grandes éxitos de las bandas sonoras recientes».

Si no la habéis visto, este es el momento perfecto. Si lo habéis hecho, creedme, volver a ella en pantalla grande es una auténtica gozada.

«Toy Story» 9’5/10
«Mi vecino Totoro» 9/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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