Reseña de El gran vacío, de Léa Murawiec (Salamandra Graphic)

Hay que tener arrestos o mucha insensatez para debutar con una obra de poso existencialista y ambiciones casi filosóficas titulada El gran vacío. Si es lo primero, agallas creativas, en caso de salir mal la hostia puede ser de órdago. Si es lo segundo, poco sentido común, el resultado puede generar hasta vergüenza ajena. Afortunadamente la francesa Léa Murawiec sortea todos los posibles destrozos con un poco de cada y haciendo uso de una impresionante seguridad en su propio discurso. Sabe lo que quiere, sabe a dónde se dirige y sabe cómo llegar hasta ahí.

La historia transcurre en una especie de realidad distópica urbana donde las ciudades son enormes monstruos de edificios, calles atiborradas de letreros y coches embotellados. Y donde la presencia es un parámetro que puede ser cuantificado mediante escalas biométricas: uno puede existir en mayor o menor medida, estar más o menos desdibujado en la conciencia colectiva. En esta tesitura Manel Naher, una joven anónima, se da cuenta de que está empezando a perder presencia en favor de una homónima, una cantante famosa con la que comparte nombre y que a causa de la coincidencia está vampirizando toda la que debería estar captando ella.

Empieza aquí una tragicomedia con coartada de alegoría existencialista y visos de sátira contemporánea. Un viaje personal centrado en la exploración de la identidad propia donde el nombre como unidad básica de sentido identitario tiene una importancia capital: como a la propia Manel en una sociedad abocada al culto al yo, alienada por la sobreexposición mediática, a los anónimos sólo nos aguarda la depresión, la falta de autoestima y la sensación de ser insignificantes. Una escalofriante pregunta surge: ¿si nadie piensa en nosotros dejamos de existir? Afortunadamente el tono de El gran vacío no es tan sombrío como cabría esperar, o no es solamente sombrío: todo parece empapado de un humor soterrado, una audacia muy juvenil y bastantes virajes hacia el absurdo y lo surrealista. En este sentido la autora opta por un acercamiento formal que pretende capturar la psicodelia inherente a la historia. Usando tinta china en negro con toques de azul y rojo plantea un trazo hiperdinámico, simplista pero recargado (sí, es posible) que puede recordar en cierto modo a las formas gomosas de Heinz Edelmann, al fantástico lo-fi del Philémon de Fred y a una expresividad corporal y dinamismo en las formas muy Tezuka. Esto es lo que más atrapa de su narrativa visual, un dominio del ritmo (que pega acelerones para de repente se detiene y queda suspendido) y las formas, donde colisionan perspectivas aberrantes, encuadres locos y plasticidad extrema en los movimientos. Una propuesta visual que, por otro lado, queda perfectamente desplegada en la espléndida y preciosa edición de Salamandra Graphic, con un trabajo de traducción y rotulado (vean, vean) titánico. Por contenido y continente, un tebeo para atesorar.

Léa Murawiec sobre El gran vacío (francés)

El gran vacío: How to disappear completely
  • Xavi Roldan
4

Por qué leer El gran vacío

Justa merecedora del Premio del Público en el Festival de Angoulême en 2022, la opera prima de Léa Murawiec es un cinético relato sobre el culto al yo en una realidad paralela distópica donde la “presencia” en el mundo se mide con números. Un BD fascinante con una personalidad imparable.

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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