Festivales de cine

Festivalitis: la cultura se consume de festi en festi

No creemos que sea secreto alguno: hay una nueva moda en el mundo del cultureta, que es el asistir a festivales. ¿De qué? Da igual. ¿Para ver qué? ¡Qué más da! Hoy en día se va a un festival porque hay que ir. Sea uno de música (cada vez hay más gente que acude al Primavera Sound o al Mad Cool sin tener idea de quién actúa), como uno de cine: el Festival de Sitges es ya un evento masivo en el que lo que menos importa es consumir películas.

En un mundo en que las normas han cambiado, y los hábitos más aún, es fácil perderse: desde las altas esferas de un festival de cine se seleccionan películas de forma cada vez más dudosa, estando más pendientes del entorno de evento que de la calidad de su contenido. Por eso creemos que es especialmente necesaria una sección como ésta. Nosotros acudimos a lo que buenamente podamos. Pero lo hacemos con el único fin de ver películas. Y esperando encontrar buenas películas.

Festivales de cine: cuidado con querer verlo todo

Nuestro problema es que siempre hemos intentado verlo absolutamente todo. Más de cien películas hemos llegado a ver en los diez días que dura el ya citado festival de Sitges. Nos han sangrado los ojos en no pocas ocasiones. Y hemos visto que ya no vale la pena. Ahora el «cuanto más mejor» implica perder tiempo de sueño y paciencia acudiendo a pases de mediocridades inenarrables, títulos cuya presencia en este o aquél certamen responde a intereses de toda índole, salvo el querer cuidar una programación por el bien del espectador.

Por eso mismo, aquí trataremos de analizar lo mejor y lo peor de Sitges, Málaga, Cannes, el Atlàntida o el D’A de Barcelona. Para saber qué vale la pena ver, o recuperar cuando lleguen estrenos comerciales. Y qué hay que evitar a toda costa.