Crítica de The Last of Us – Piloto (HBO)
Una serie de preguntas retóricas se me vienen a la cabeza con el visionado del capítulo que prende la mecha de The Last of Us. No sé si serán relevantes pero son las que son. ¿Cómo será percibida por alguien que llegue de nuevas a este mundo y que cargue en sus hombros diez años más de cine de zombis de los que llevábamos el resto cuando nos acercamos a él por primera vez allá por 2013? ¿Era necesario que la adaptación, desde el minuto uno presentada con un enorme respeto por el videojuego, le fuera tan extremadamente fiel? De no haberlo sido ¿nos habríamos cabreado? ¿Va a aportar enfoques frescos a la narración? ¿Llegará a actuar retroactivamente para evidenciar en exceso la vocación quizá exageradamente cinematográfica que caracterizaba al juego? ¿El universo The Last of Us es algo más que un sistema de vasos comunicantes entre dos medios que ahora más que nunca se retroalimentan?
Tengo pocas respuestas a estas preguntas, más allá de las sensaciones generadas por el piloto: como digo, muchos ya conocemos la historia, el ambiente y a los personajes. Podíamos reconocer aquí personajes, localizaciones y espacios, identificar la partitura bluegrass de Gustavo Santaolalla, jugar a buscar planos referenciales, predecir en líneas generales lo que iba ocurriendo a cada minuto, esperar con paciencia ciertos highlights de la historia que están por venir. Comprobábamos con alivio que no hay ninguna cagada, que todo está en el lugar en el que debería estar. Esta primera hora y media de una epopeya que probablemente terminará rebasando la docena ha sido agradable. Solvente en lo narrativo, poderosa en lo formal. Ambiciosa en alcance, segura de sí misma, muy potente en ese estupendo cast liderado por Bella Ramsey y Pedro Pascal, bastante amoldados a sus personajes. Sólida e incluso sobresaliente en absolutamente todo lo que hace, tanto en el trabajo de escritura como en su ejecución. Pero también, insisto, poco sorprendente para los que veníamos del videojuego y que, supongo, podemos parecer dispuestos a contentarnos con una adaptación que sea fiel producto original y se sostenga como producto más allá del impacto del mismo.
Así que en lo personal mis sensaciones están entre lo dulce y la constatación de lo esperable. Ni siquiera chirría en el impulso creativo primordial la presencia de Craig Mazin, que adapta su más reciente idiosincrasia temática (fue responsable de Chernobyl) al apocalíptico mundo post-pandemia de Neil Druckmann, co-creador del juego y showrunner de la serie junto al primero. Ambos encuentran el equilibrio que necesita el The Last of Us televisivo y logran trasladar al nuevo entorno sus líneas principales: el enésimo planteamiento de survival zombie donde los seres humanos son los peores enemigos. El balance bien mesurado entre acción, drama, brutalidad gore, delicadeza, odio y empatía. La presencia de un reparto de personajes (que se prevén) memorables, Ellie y Joel a la cabeza -y cruzando los dedos para poder ver en un futuro a Riley, Dina o Abby. O la mirada desesperada hacia un mundo en decadencia inmerso en un creciente control social -en su parábola distópica, un entorno militarizado, represivo y marcado por la guerrilla urbana.
Y lamento si no logro despegar mi experiencia y ofrecer una mirada limpia, virgen de información, esa que muchas y muchos tendrán y que será la que condicione su acercamiento hacia el producto (también si esta crítica ha dado vueltas constantes en torno a ese concepto). Pero es que Druckmann y Mazin han jugado justo a eso, a no tratar de arriesgar: si algo no está roto no hay por qué querer arreglarlo. Y, en fin, la jugada les ha salido bien, por lo menos de momento: dejando al margen la tolerancia que cada cual pueda tener hacia una nueva, otra más, ficción de zombis (“infectados”, potato potatoe) el de The Last of Us es un piloto más o menos modélico. Rico en emociones, en sorpresas, en tensión y en imágenes memorables, muchas de ellas extraídas 1:1 del videojuego. Bien dirigido (por Mazin) y escrito (de nuevo Druckmann), bien interpretado (Anna Torv merece aquí su mención también) y con un lujoso planteamiento de ambientación y dirección de fotografía, al cargo de Ksenia Sereda. Y es que aquí hay pasta, hay oficio y hay calidad.
Siendo realistas, no se le podía pedir más. Siendo fans del original, bueno, la curiosidad por haber visto una implementación algo distinta del mismo espíritu, para qué engañarnos, también está ahí.
Trailer de The Last of Us
The Last of Us: piloto (casi) modélico
Por qué ver The Last of Us
Más allá del déja vu que pueda resultarle a los fans, difícilmente alguien va a salir defraudado de la adaptación televisiva que Craig Mazin le regala al videojuego clásico de Neil Druckmann para Naughty Dog: noventa minutos duros como una roca, sólido inicio para la llamada a convertirse en una de las series fuertes de la temporada