Lo mejor de mayo, 2023
Una selección casera. Destacamos lo mejor del mes de entre todo lo que hemos visto, leído y jugado, a razón de un título por categoría. Ha habido más y casi tan bueno pero, a nuestro juicio, nada mejor en los últimos 30 días que estas cinco perlas:
La mejor película de mayo: Blanquita, de Fernando Guzzoni
Con luz propia en medio de un mes bastante parco en estrenos, ha brillado la propuesta chilena Blanquita, de Fernando Guzzoni. Un famoso caso de violación infantil de resolución poco clara, sirve de inspiración para una película que denuncia, claro, pero que a su vez estudia los claroscuros de todas las bandas, evitando ejercer un juicio de opinión para que sea el público quien deba contestar a las preguntas que propone. Una, quizá imperfecta, pero definitivamente estimulante reflexión sobre el fin como justificante de todo medio, presentada además con una envidiable envoltura formal, deudora de De Palma y de Fincher. Valedora del premio al mejor guion en Venezia, y con razón.
Lee la crítica completa de Blanquita
La mejor serie de mayo: Succession – Temporada 4 (HBO)
Si empezaban a correr el riesgo de estancarse para ofrecer una temporada final que simplemente jugara al déja vu y diera mayores vueltas sobre conceptos ya explotados, Jesse Armstrong y su equipo han decidido remover el avispero para su último curso en Succession. “Eso” que ocurre en el tercer episodio (uno de los más impactantes que recordamos en la historia televisiva reciente) sirve para colocar un último tablero de juego de cara a la masacre de piezas final en la que la partida se juega, esencialmente, a tres. En cuatro temporadas, a cuál más salvaje, Succession ha conseguido desenredar los entresijos del poder político y mediático para volverlos a enmarañar en una temporada final que eleva los tejemanejes shakespearianos a su máxima expresión. A saber cómo podrá volverse a llenar hueco de semejante envergadura ahora que ya no está.
El mejor libro de mayo: El tiempo es la madre, de Ocean Vuong (Vaso Roto Ediciones)
No solemos reseñar poesía por aquí, pero es que lo de Ocean Vuong es francamente impactante: un poemario doloroso y luminoso, escrito en carne viva, honesto y directo, que dispara versos a rifle y deja sangrando. Una antología nacida de la muerte (la de la madre del autor, en 2019) que busca reconciliarse con la idea de la pérdida, rescatando todos aquellos ecos que quedaron flotando y enfrentándolos al presente para encontrar nuevas vías de escape. Por el camino, Vuong se expone y abre todo lo que configura tanto su vida como su persona literario: amor, dolor, sexualidad, trauma, nacionalidad, drogas, el fantasma de la guerra… y lo destila todo en una deslumbrante colección de textos que se sitúan entre lo cotidiano y lo extraordinario.
El mejor cómic de mayo: Hypericon, de Manuele Fior (Salamandra)
Manuele Fior sigue ostentando su posición de privilegio dentro del tebeo italiano contemporáneo alejándose del fantástico que caracterizó sus últimas dos obras para acometer una historia aún más íntima, delicada y sutil. En esencia, una de amor entre dos personajes que se encuentran en un Berlín tan frío como seductor. Ella, una joven becada en la ciudad para participar en una exposición sobre el hallazgo de la tumba de Tutankamón. Él, un artista en potencia que no termina de encontrar su lugar. Los dos, en busca de compañía y de un sentido para sus vidas. Un relato que se entreteje con otro, tres cuartos de siglo en el pasado, sobre el encuentro del sepulcro del faraón: presente, Historia e identidad en una novela gráfica de una carga emocional callada pero intensa.
El mejor videojuego de mayo: The Legend of Zelda. Tears of the Kingdom (Nintendo Switch)
Si Breath of the Wild ya marcó un estándar a seguir por los videojuegos de mundo abierto su sucesor natural delinea la senda para cualquier videojuego venidero. Punto. Así de bueno, de esencial, de totémico, de monumental es. Lo nuevo de Aonuma y los suyos es la obra de alguien que ha dominado el lenguaje, que ha llevado las herramientas expresivas y ha depurado el diseño de videojuegos hasta su máxima expresión, controlando el discurso y el mensaje, cerrando perfectamente todas las posibilidades para que nada falle ni esté fuera de lugar y al mismo tiempo abriendo las opciones mecánicas hasta dar pleno sentido al concepto de sandbox. Y han logrado el Zelda definitivo: un derroche de imaginación (la suya y la de las y los jugadores que se adentran en él) absolutamente abrumador, un irresistiblemente bello -y familiar- mundo y un generosísimo carrusel de sorpresas, a cuál más preciosa, a cuál más euforizante. Tears of the Kingdom no es el mejor videojuego de la Historia, porque ha habido varios antes y aún tiene que caerle encima, y resistir, el paso del tiempo. Pero es el mejor videojuego posible hoy. Peak del arte interactivo digital.