A propósito de Louis Feuillade
Actualmente, y de unos años a esta parte, vivimos lo que se empieza a conocer como la «era de las series», una nueva época desconocida hasta la fecha dónde las películas parece que están perdiendo importancia y consumidores frente al auge de las series. La notable mejora de calidad en las mismas (sobretodo a nivel libretos), su adaptación a un lenguaje más cinematográfico (alejándose del rancio televisivo en los 80 y 90), importantes actores protagonizándolas y (suponemos) una mayor comodidad a la hora de consumirlas, ha provocado que en los últimos años las televisiones (especialmente las privadas) hayan invertido de forma contundente importantes presupuestos en este tipo de formato y la producción se haya prácticamente triplicado. ¿Y cuando comenzó todo esto? Pues algunos dirán que con Los Soprano, otros que con The Wire y los más ilusos que con Lost, pero desde La Casa nos hemos propuesto romper de una vez por todas con este mito y compartir con todos vosotros al genio que elevó las series a un nivel puramente cinematográfico convirtiéndolas en un entretenimiento popular, pero cuidado, a comienzos del siglo pasado.
Hablamos como no, del francés Louis Feuillade, que comenzó en esto del cine alrededor de 1905 de la mano de la productora Gaumont y como asistente para la primera cineasta femenina en toda la historia, Alice Guy (de la cual hablaremos en profundidad otro día). Cuando ésta se marchó de París junto a su marido, Feuillade tomó las riendas de muchas producciones como director, y comenzó una prolífica carrera que lo llevaría a dirigir más de 600 obras (obviamente, de muy diversas duraciones y géneros). Todo y que comenzó dirigiendo pequeños «cortometrajes» tan típicos en los albores del cine, pronto se centró en lo que por aquella época se conocían como seriales (historias, normalmente adaptadas de series literarias, divididas en episodios y en los cuáles la trama era continua, aunque pudiera llegar a quedar cerrada al final de cada uno, y con los mismos personajes), y pese a no ser el creador de dicho formato como tal (antes de él ya existía en Francia los del detective Nick Carter en 1908), si que fue seguramente el que lo llevó a la máxima popularidad en el país vecino, y dicho éxito comenzó en 1913 con Fantômas, serial de 5 episodios (basados en algunas de las 32 obras que publicaron los escritores Pierre Souvestre y Marcel Allain) que versaban alrededor de un ladrón enmascarado, maestro del disfraz, que alteraba el orden de las calles parisinas mientras el detective Juve y el periodista Fandor intentaban atraparlo.
Curiosamente la reacción popular no fue la de colocarse del lado de los defensores de la justicia, sino que prefirieron identificarse mayoritariamente con el criminal, debido en gran parte a la fascinación que suponía ver por primera vez en pantalla un protagonista que no se ajustaba a las leyes ni a la moral de aquellos años (de hecho, guardaba cierto halo anarquista). En parte esto también resultó mérito de Feuillade, ya que su talento como cienasta no paraba de acrecentarse, pese a que estamos en un lenguaje pre-Griffith (coetáneo, pero anterior a la explosión que supuso El nacimiento de una nación), el francés utiliza brillantemente las formas más expresivas de una época dónde el lenguaje cinematográfico y la gramática visual todavía estaba formándose (planos detalle (muchos de ellos como intertítulos), montaje alterno,entornos realistas, uso de diferentes músicas dependiendo de las situaciones, etc.).
El tremendo éxito que supuso Fantômas a nivel popular desató en la producción fílmica de aquellos años una fiebre por producir seriales alrededor del mundo del crimen, tanto, que se llegó a hablar de «guerra de seriales» entre Pathé y Gaumont, las 2 compañías galas de mayor importancia en aquel momento. Y en 1915, durante la I Guerra Mundial, llegaría la que es considerada como la mayor obra maestra de Feuillade: Les Vampires, fantástico serial dividido en 10 episodios, y que narra la historia de (una vez más) un grupo de delincuentes apodados de esta forma (y en los que destaca, a partir del 3er capítulo, Irma Vep) y que desatan el caos por las calles de la capital gala (esta vez, el componente anarquista está más acentuado que en Fantômas), y también de nuevo, de sus afamados perseguidores, en este caso el joven periodista Philippe Guerande y el ex miembro de la banda Oscar-Cloud Mazamette. Les Vampires supuso toda una revolución, no sólo por los avances cinematográficos que Feuillade iba introduciendo progresivamente en su cine (como la falta de precisión narrativa y lógica, representando el caos que producen los atentados, y que le valió la simpatía por parte del grupo Surrealista) y por lo que suponía no basarse en ninguna obra literaria y crear toda la estructura él mismo, sino sobretodo temática, ya que además de la obvia subversión que suponía en la época colocar a una mujer como centro de una organización criminal, la lectura política (tímida, pero existente) que subyace debajo de los ataques criminales no deja de resultar tremendamente innovadora en su contexto histórico. Feuillade creó, una vez más, un serial que arrasó entre el público y que le supuso un enorme reconocimiento popular.
¿Y cómo se podía superar el éxito de sus anteriores narraciones criminales? Pues Feuillade pensó que dándole la vuelta a lo que mostraba hasta ahora, ya que su siguiente serial, esta vez junto al escritor Arthur Bernède, fue Judex (1916) 12 capítulos que se centraban en un vengador, con sombrero y capa, que impartía justicia allá dónde antes reinaba el caos, cosa que impactó mucho al público fiel al cineasta acostumbrados hasta ahora al punto de vista criminal. Pero si Judex es especialmente recordada (ya que cinematográficamente resulta el serial más inferior de los 3 que estamos comentando, pese a seguir teniendo el mismo éxito de público que sus predecesoras) seguramente sea por la tremenda importancia del personaje principal que acabó convirtiéndose en un precedente del super-héroe moderno (puede volar y desaparecer, es increiblemente fuerte, utiliza la telequinesis y de nuevo es un maestro del disfraz), incluso con las crisis existenciales que sufren muchos de ellos y que los colocan en esa ambivalencia moral de la que hacen gala muchas de las actuales producciones (incluso en uno de los capítulos Judex llega a plantearse por qué es un héroe y el sentido de continuar siéndolo). Personaje con una enorme influencia posterior, y que fue figura de diversos remakes, resultando especialmente destacable el que realizó Georges Franju en 1963.
Pese a que Feuillade continuó realizando seriales hasta prácticamente el día de su muerte, el interés por este tipo de formato entre el público decayó después de la finalización de la I Guerra Mundial. De todas formas, nunca está de más recordar de dónde provienen ciertas tendencias actuales, y sin duda, en esto (y en la Historia del Cine en general) Louis Feuillade tiene un lugar privilegiado, tanto por lass dotes cinematográficas de sus propuestas (consiguió aunar un criterio comercial amplio y un estético concreto), como por lo precursor de muchas de sus obras. y que demuestran que, incluso en esto de las series, ya está todo inventado.