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Lo mejor y lo peor de 2009

Seguimos. Segunda entrega del repaso de lo que nos ha dejado 2009. Momento para entre otras cosas echar un vistazo a lo que fue razón de ser y motivo de la génesis de esta santa Casa: el cine de terror. Luego todo este tinglado ha expandido sus fronteras, pero el amor por el género perdura, y por lo tanto el habitual lugar de peregrinación y culto se mantiene intacto: Sitges sigue siendo cita anual obligada y testimonio de fascinaciones bizarras, intereses morbosos y emociones sanguinolientas.

A parte de esto, el estado de nuestro (?) cine (?), cuatro highlights en formato documental y la madurez (o no) del cine de animación.
Veamos.

Barriendo para casa

Sorpresas en el habitualmente anodino panorama nacional, en el que ha quedado patente que se pueden hacer buenas películas de género con resultados finales de notable alto: Celda 211, la para todos mejor película española del año, responde a las expectativas que crea, y resulta un espectáculo de peso, emocionante, sincero y que sin renunciar a una marcada denominación de origen, no hace abuso de ella. Y por su parte, [REC]2 es la mejor secuela posible, ofreciendo más de lo mismo (que ya era mucho), pero con un interesante giro argumental que lleva el resultado final a otros terrenos terroríficos.

En el mismo genero, otros cineastas de casa nostra han dado la talla desenvolviéndose con sus proyectos al otro lado del Atlántico con resultados discretos (La huérfana de Collet-Serra) o más logrados (Infectados, de unos hermanos Pastor que conocieron una entrevista Casera).
 
Por otro lado, un buen puñado de autores siguen a su bola y nos ofrecen algunos de los momentos más personales y satisfactorios del año. Ahí están Albert Serra y su El cant dels ocells, Marc Recha con Petit Indi, e Isaki Lacuesta con Los condenados, maravillosas todas. Y Cesc Gay ha desconcertado a algunos y gustado a otros con una V.O.S. francamente inferior a su enorme Ficció.

Siguiendo la línea menos comercial, la intensa Tres dies amb la família nos ha descubierto el talento de la debutante Mar Coll y sobre todo el poder magnético de los ojos de Nausicaa Bonnín.
 
Tampoco podemos olvidarnos de los grandes intocables de nuestra filmografía, aunque sea para despotricar. Ni Almodóvar ni Amenábar ni Coixet: Los abrazos rotos gustó sólo a medias (a nosotros menos que eso), a Ágora se la ha tachado de fría y pretenciosa, con razón, y lo de Mapa de los sonidos de Tokyo mejor ni recordarlo. La taquilla ha acompañado a las dos primeras, eso sí hay que reconocerlo.

Del mismo modo que ha acompañado en mayor o menor medida a la gran sorpresa de público del año, Fuga de cerebros (que persigue el dudoso objetivo de aglutinar los peores tics de la comedia teen norteamericana), a la no tan sorprendente pero igualmente defenestrable Mentiras y gordas, y también a la agradable Pagafantas. Por su parte, Gordos, el comeback de Daniel Sánchez-Arévalo tras la valorada Azuloscurocasinegro, ha supuesto un pinchazo en una carrera de esas que había que tener en cuenta para el futuro.
Y riéndose de todo y todos, ahí está, apoyado en promoción por la muchachada, Spanish Movie. Nosotros nos hemos dejado engañar y nos hemos reído de lo lindo. Así que ha funcionado.

La animación toca el cielo

Hemos hablado un millón de veces de la supremacía de Pixar Studios en el campo de la animación. Y en 2009 la tendencia se ha confirmado… pese a que la propuesta de este año, Up, ha resultado algo inferior respecto a sus predecesoras Ratatouille y Wall·E. La cita con el Studio Ghibli, los únicos que pueden toser a Pixar, tampoco nos ha deparado su mejor producto, aunque Ponyo en el acantilado sigue siendo una película maravillosa.

Pero claro, cualquier cosa se queda corta si se compara con El viaje de Chihiro.

Menos mal que para enmendar la plana ambas productoras han rescatado del baúl de los recuerdos dos de sus mayores clásicos: Mi vecino Totoro por parte de los japoneses y Toy Story por la de los americanos, que la han remozado y pasado al 3D de rigor, tan de moda últimamente.

Porque el 3D ha sido el formato-caramelo de la temporada. Si ha dado un buen rendimiento en el terreno del terror y el fantástico (San Valentín Sangriento 3D, Destino final 4, Avatar) es en el campo de la animación donde ha cosechado sus mejores resultados y ofrecido sus mayores capacidades estéticas y expresivas. Especialmente con la gran sorpresa Los mundos de Coraline, la fabulosa fantasía macabra de Neil Gaiman dirigida por Henry Selick, pero también con productos más rutinarios como Montruos contra Alienígenas, Ice Age 3: El origen de los Dinosaurios, Lluvia de albóndigas o Planet 51, la producción española con distribución internacional.

Y con un ojo puesto en los Oscar nos ha llegado aquel Vals con Bashir que levantó pasiones pero a nosotros nos parece poco novedoso, con querencia por la antiépica facilona y tendencia al efectismo emocional.

Más extraño que la ficción

De la cada vez más amplia oferta en el, como se le solía llamar antes, documental de creación, nos quedamos especialmente con cuatro ejemplos: S-21 (la película sobre las torturas de los jemeres rojos en Camboya y con cuyo título nunca llegaron a ponerse de acuerdo los traductores españoles), por su rigor, emotividad y mera necesidad de existencia. Man On Wire (la del funambulista temerario que cruzó las Torres Gemelas sobre un cable), por su resultona estructura de thriller. This is It (sobre los ensayos de Michael Jackson para su última y nunca celebrada gira… aún), por su relevancia, porque si algo ha marcado el mundo del showbiz este 2009 ha sido la desaparición de Jackson. La calidad artística no es especialmente relevante, pero ha supuesto un considerable fenómeno social y la taquilla ha acompañado en consecuencia. Y Garbo. El espía, la que quizás sea la última gran sorpresa del año. Con ella, Edmon Roch no sólo se descubre como algo más que un productor con ojo, sino que presenta, de manera absolutamente brillante, uno de los personajes más interesantes e importantes de la humanidad, salido de Barcelona.

Terroríficamente muertos

Abríamos el año con un trimestre realmente negro para los amantes de lo terrorífico, antesala de un devenir aún más decepcionante en lo que a reserva de género se refiere. Sin apenas tiempo para digerir las uvas, se estrenaba el musical-gore Repo! The Genetic Opera, que tenía que haber sido la confirmación de señales de vida más allá de Saw para Darren Lynn Bousman y consiguió, justamente, lo contrario. Por lo menos, su experimento demostraba grandes dosis de originalidad, característica prácticamente ausente desde entonces en adelante.
 
Remakes, revisiones, exploits, secuelas y precuelas han poblado nuestra cartelera, rayando a un nivel tan por debajo de lo deseado como para llegar a confundir distintas películas entre sí, caso de La semilla del mal con Presencias extrañas, o de Underworld: la rebelión de los licántropos… con Underworld y Underworld Evolution.
 
Casi nadie se ha salvado de su correspondiente renovación a lo yanki, y así, a la recién citada Presencias extrañas (¿o era la otra?) cabe sumar La última casa a la izquierda, Viernes 13 (estas dos, las más convincentes), la reciente Hermandad de sangre, o Exorcismo en Connecticut, que sin ser un remake propiamente dicho se ha convertido en el caso más sangrante de carencia de ideas, componiendo una suerte de batuburrillo de todo lo que incluya haunted house. Ni siquiera aquí nos hemos librado, y algunos (muy pocos, por suerte) nos hemos visto obligados a ver cómo [Rec] perdía todo su encanto en la Cuarentena made in USA.
 
Presente y futuro de terror comercial pintan tan negros, que dos de las películas del género que mejor han funcionado al otro lado del charco han sido una revisión más, y nada menos que la cuarta parte de una saga que debió acabar hace mucho tiempo: San Valentín sangriento 3D y Destino final 4. La razón de sus éxitos, las llamativas 3D. Su mayor defecto, haber olvidado por completo todo lo demás, pudiendo ser sumados con los dedos de una mano los minutos salvables de cada una de ellas.
 
Por lo menos, la primera dejó para el recuerdo el desnudo total y en 3D de una de sus actrices, Betsy Rue, algo que de seguro habrá sabido reconocer el espectador.
 
Por la geografía peninsular no ha sido mucho más espléndida la cosa, y salvo la fenomenal [Rec]2, lo más terrorífico hablado en ¿castellano? ha sido la película de El Canto del Loco.
 
Con semejante panorama y la confirmación de que lo de Diablo Cody fue un golpe de suerte (qué horroroso, el cuerpo de Jennifer), ha tenido que ser uno de los padres del terror reciente quien acudiera a salvar el género. Con su retorno a un cine que tenía totalmente olvidado nos hemos dado cuenta de lo mucho que echábamos de menos a Sam Raimi, que con Arrástrame al infierno no sólo demostró que, cuando quiere (y le dejan) sigue tan en forma como siempre, sino que aún hay vida para ese terror que brillaba por algo más que el susto, como son la crítica (o reflejo) social y el coqueteo con los géneros más dispares.
 
Precisamente eso es lo que salva la cosecha USA del año, una mezcla de géneros que se ha saldado con grandes resultados tanto de taquilla como de crítica y, en el caso de la segunda sobre todo, de público. Nos referimos a Paranormal Activity y Bienvenidos a Zombieland. La primera, un mix entre documental y terror a lo bruja de Blair, es la película más rentable de la historia y ha logrado opiniones de todo tipo; la segunda, comedia con zombies de por medio, ha encantado allá por donde ha pasado (incluida La Casa), y ha servido para reconciliarnos con un Woody Harrelson en plena época de bonanza.

Aun con ellas, para buscar los mejores ejemplos de terror del año ha habido que viajar al norte de Europa, donde Déjame Entrar y Anticristo (ambas tan perfectamente englobables en el género como fuera de él) han demostrado que el Viejo Contintente sigue a la cabeza, por lo menos a nivel artístico.

Un momento de reflexión: Con el puzzle llegó la censura

No son pocas las ausencias que hemos sufrido a lo largo del año (¿qué ha sido de Halloween II, Canino, Teniente Corrupto, Afterschool, Tokyo Sonata o Dorian Grey?), pero una de ellas resulta especialmente llamativa a tenor del revuelo causado en el moderno, abierto y progresista estado español en el que nos ha tocado vivir por ahora. Se trata de Saw VI, enésima visita anual del asesino del puzzle que, contra todo pronóstico, ha sido censurada en España por hacer apología de la violencia. Curiosamente el mismo año en que nadie ha dicho nada de Mentiras y Gordas (película que, además de mala a matar, se acerca a un soft-porn de lo más hard, y no ha tenido problemas con la censura por ser de quien es y contar con quien cuenta). Curiosamente, la misma semana en que se re-estrenaba en toda la península La naranja mecánica.

Al margen de que Saw VI no sea más violenta que Saw V, IV, III, II o I, y que seguramente su paso por nuestras carteleras hubiera pasado desapercibido -algo que no pasará cuando, finalmente, acabe estrenándose-, semejante decisión del Ministerio de Cultura ha levantado ampollas traducidas en el cabreo de los fans, y en el miedo a una época teóricamente superada por otro.

Por cierto, aún no se sabe nada de cuándo podremos ver la dichosa película.

Sitges

No podemos hacer un repaso por el 2009 sin detenernos un momento en el acontecimiento por excelencia de La Casa: el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. En su edición número 42, el certamen ha batido récords de asistencia, de recaudación y de cantidad de películas por día, ofreciendo un programa mucho más comercial de lo esperado pero no por ello menos bienvenido.

Ha habido de todo, profundas decepciones y agradables sorpresas, entre las que destaca por encima de todo el descubrimiento de Giorgios Lathinos, cineasta griego completamente desquiciado y lo suficientemente brillante como para parir la mejor película de la década (ea): Canino.

Otro Brillante, de apellido Mendoza, también se dejó ver por el festival tras su exitoso paso por Cannes, aunque su Kinatay nos dejó un pelín más fríos de lo esperado, todo lo contrario de la abucheada nueva propuesta de Gaspar Noé. Excesiva, indigesta, relamida, pedante e imposible, su Enter the Void nos gustó lo suficiente como para colocarlo entre uno de los mejores directores del momento.

Dejando a un lado las ya comentadas Celda 211, [Rec]2, Moon o El imaginario del Dr. Parnassus, merecen especial mención Thrist -la historia de amor vampírica de Park Chan-wook-, La Horde -otra muestra de que el cine francés es el rey del mundo en lo que al género se refiere, en esta ocasión con zombis de por medio-, la oscarizable The Road -que nos gustó, pero no tanto como esperábamos-, o Les Derniers Jours du Monde, otra francesa que, esta vez, nos acerca al trillado tema del post-apocalípsis desde un muy atípico punto de vista. Y por si fuera poco, la semana de cine fantástico nos regaló, sin hacer demasiado ruido, una de las mejores cintas de animación de los últimos tiempos (y por supuesto mucho mejor que las que se han dejado ver por las carteleras españolas, Pixar inclusive). Se trata de Mary and Max, una emotiva fábula sobre la amistad de dos personajes incomprendidos y desubicados en sus respectivas vidas, que desde luego se convierte en nuestra apuesta para los Oscar.

Aunque si hemos de elegir, los miembros de La Casa de los Horrores nos quedamos con The Human Centipede (cuya crítica sirvió para presentar en sociedad a nuestro compañero Bill Haverchuck), una auténtica locura, enfermiza y desagradable hasta decir basta, de la que esperamos con ansia la segunda parte. Su argumento merece un punto y aparte.

Un mad doctor se empeña en crear un ciempiés humano, por lo que decide montarse uno con tres individuos, a los que conecta de manera que sus tres intestinos se conviertan en un solo, y hasta aquí puedo leer.

Por supuesto, también hubieron muchas (demasiadas) decepciones, con algunas de ellas especialmente dolorosas. El retorno de Vincenzo Natali (Splice) tan sólo se salvó por no aburrir demasiado, Jaume Collet-Serra confirmó una vez más ser un buen director de películas malas, Hierro no debió existir jamás, lo mismo que Dorian Grey, y la reaparición del mítico Teniente Corrupto de Abel Ferrara, esta vez según Werner Herzog, nos dejó totalmente clapados a los veinte minutos.

Finalmente, Sitges ’09 se tomó el lujo de regalar a su público dos momentos inolvidables: una clase magistral de Clive Barker que según dicen fue de antología, y la última aparición pública del malogrado Paul Naschy, que aún ahora emociona hasta poner los pelos de punta (se puede ver por youtube).

En fin, momentos de todos los colores y para todos los gustos, vividos en un año intenso de salas oscuras y sesiones a horas intempestivas, sin importar madrugones o trasnoches, empujones o soledades en salas ocupadas únicamente por nosotros. Sorpresas, decepciones, mucha paja y mucho grano también. Un 2009 cargado de grandes ratos cinéfilos y grandes ratos en general, tendencia que repetiremos en 2010 y lo que nos echen. Si es que, qué le vamos a hacer, esto es lo nuestro.

Pero cerramos un año y abrimos otro: para ir haciendo boca de cara a los impepinables de la temporada que viene, en breve os ofreceremos un pequeño avance de lo que se cuece por latitudes cinépatas de cara a su estreno el año que se aproxima.

Lo de no poder perderse ni de coña, vamos…

Con el nombre de La casa se firman todos los artículos de corte genérico, escrito a más de dos manos, o de autores cuya intervención haya sido en forma de colaboración, de crítica del lector, o similar. Es el narrador omnisciente, el espíritu que ronda por La casa de los horrores siempre al tanto de todo, siempre atento, pero inofensivo: se pasa el día viendo películas...

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