SHITGES. Crónica de un desprecio

Lo que sigue es la manifestación de un descontento. El que hemos experimentado durante diez días que ha durado un certamen cinematográfico, el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, de relevancia europea pero funcionamiento interno casi provinciano. Nos disculparéis la salida del tono general de esta página, pero sinceramente consideramos que es necesario poner sobre la mesa esta cuestión. Hemos vivido momentos por los que nunca antes habíamos pasado, hemos sido tratados como nadie lo había hecho hasta ahora, se ha despreciado nuestro trabajo y a nuestra profesionalidad como nunca habríamos llegado a imaginar. Es necesario este artículo de opinión, creednos, porque es necesario decir las cosas como son, y no como ellos esperan que parezcan. Así que pedimos disculpas de antemano a quien pueda pensar que esto no es de su interés. A todas esas personas pediríamos que pasaran de largo, que mañana todo seguirá igual, pero firmemente creemos que las líneas que siguen responden a nuestra simple responsabilidad como profesionales del sector.

Este año, los periodistas no hemos vivido el Festival de Sitges. Lo hemos sufrido. A uno de los carteles más endebles que recordamos en las últimas ediciones, trufado de inexplicables decisiones de programación de productos indignos, algunos de ellos incluso ubicados en Competición Oficial, se ha sumado una auténtica batalla campal ideológica entre la organización y nosotros los periodistas. Quede claro de entrada que muchos de nosotros acudimos al Festival a trabajar (más a menudo de lo que fuera deseable, incluso sin cobrar), no a ver películas de gratelo, un pensamiento que parece haber sido el punto de partida de la organización este año. No hay otra explicación posible para el trato que hemos recibido. Una vez más, la miopía del rédito económico se ha impuesto por encima del sentido común y el sano entendimiento entre la organización y la prensa.

A nadie se le escapa que la situación económica del Festival es extremadamente delicada. Año tras año la crisis acucia un poco más, y el hilo del que pende esta y otras propuestas similares es cada vez más fino. Y hay que apretarse el cinturón. Todos amamos el Festival y ninguno queremos perderlo. Pero eso no pasa por recurrir a un sistema de tácticas de actuación dudosas basadas en el desprecio sistemático a los periodistas. Porque, ellos parecen no darse cuenta, es la prensa la que -entre otros frentes de influencia pública- tiene en sus manos hacer llegar a la gente de la calle las intenciones y logros del Festival. Sin embargo, como decimos, esta vez se ha ido a la desesperada en pos del beneficio y se ha atropellado a quien ha hecho falta atropellar.

Este año la organización ha sido más lista que nadie y ha optado por abrir la veda de las acreditaciones de manera inasumible. Nosotros somos los primeros afectados: hasta ahora y excepto en medios más grandes, sólo se concedía una acreditación de redactor a cada medio. Este año el abanico se ha abierto y gracias a ello hemos podido acudir los dos responsables de esta página. Estupendo, una noticia inmejorable, ¿verdad? Esperad, que la cosa tiene truco. Por un lado, el precio de la acreditación ha subido ostensiblemente. Concretamente, en dos años se ha duplicado alcanzando una cantidad excesiva teniendo en cuenta que, de nuevo, nosotros vamos allá a desempeñar una tarea profesional. Cuidado. Este mayor número de acreditados no ha supuesto además un aumento de tickets para prensa, de modo que ha primado un criterio: más acreditados (más ingresos por acreditación) pero el mismo número de tickets para prensa (es decir, el mismo número de entradas vendibles al público general).

Para los que desconozcáis el funcionamiento, en esencia Sitges ofrece dos tipos de proyección de las películas. Unas -por las mañanas- abiertas a la prensa (y a público con entrada) a las cuales se accede enseñando el carné de acreditado en la entrada de la sala y otras, básicamente por la tarde y por la noche, para los que los periodistas necesitamos un ticket. Bien, ese ticket se reserva el día antes a las siete de la mañana vía la página del Festival, con un límite de tres tickets reservados en un día y un máximo de veinte para todo el Festival. Con un número de acreditados tan elevado el resultado era casi siempre el mismo: a las siete de la mañana, hora muy intempestiva por cierto, uno se levantaba para intentar reservar sus tickets sólo para encontrarse con la sorpresa de que la página se colgaba o bien, pura y simplemente, ya habían volado todos los tickets. Era cuestión de segundos. Entrando en la página a las siete y un minuto ya no quedaba ni una sola entrada para las películas importantes. Dicho de otra manera, uno se levantaba a esa hora sintiéndose como un fanático que espera en una cola de un gran estadio durante tres días y dos noches para ver a su banda de pop favorita. Algo que ya ocurrió el año pasado, pero que este se ha visto acrecentado por esa virtual imposibilidad de reservar tickets. Sobrevenía la sospecha, más que plausible, de que a las siete de la mañana ya no quedaba ni un solo ticket para prensa B de algunas de las proyecciones más relevantes: nadie que se paseara por el Festival tenía ninguna esperanza de ver el sábado The Wind Rises, uno de los platos fuertes. Y esto sólo tiene un nombre: estafa. Se cobra por adelantado algo que después no se ofrece. Insisto: es sólo una sospecha, pero estaba muy arraigada entre todos los periodistas.

Sí, he hablado de prensa B. Otra de las ocurrencias del Festival. A pocos días de empezar se nos comunicaba, mediante un email de formas extrañamente despreocupadas, que este año «para facilitar las cosas» (corrijo, para facilitarse las cosas A SI MISMOS) la prensa iba a estar separada en dos grupos. Prensa A y prensa B. Bien, es hasta cierto punto comprensible, y a pesar de la innegable relevancia que en los últimos tiempos está cobrando el periodismo online ningún responsable de una página (como esta, sin ir más lejos) esperaría ser equiparado en impacto periodístico a un medio como El País o Fotogramas. Por supuesto. El problema está en que dicha clasificación se ha hecho con el sistema de acreditaciones cerrado y cuando ya todos habíamos pagado religiosamente nuestra elevada cuota. Es más, esa cuota ha sido la misma para los dos grupos de prensa: mismo precio, distintos derechos. Y sin embargo, dudamos que cualquier miembro de prensa A haya dejado de ver ninguno de los títulos relevantes. Insisto: no deja de ser en cierto modo lógico, pero lo que no se puede tolerar es la opacidad con la que se ha tratado el tema: todos sabíamos a qué grupo de prensa pertenecíamos, pero ninguno sabíamos oficialmente por qué, porque nadie nos explicó nada al respecto.

El Festival empezaba muy mal. Muchos de nosotros habíamos visto no más de dos o tres películas entre el viernes y el sábado. El malestar no sólo era palpable sino que empezaba a encontrar un cierto alivio en las redes sociales y en los medios online. Estábamos empezando a hablar, a quejarnos, a poner sobre la mesa nuestro descontento y la sensación de maltrato que estábamos sintiendo. Y la cosa aumentó. Desde el tercer día a la entrada a las salas, los de prensa empezamos a parecer apestados. El inexistente respeto con el que se nos despachaba por parte de algunos encargados voluntarios olía a represalia, a venganza, a proceder más propio de un estado totalitario que de una -llamémosla así- microsociedad con un sistema de información abierto, libre y moderno. Insisto en la raíz del problema: la prensa habíamos hablado; el buzz dispensado en las redes sociales entorno al desprecio que estábamos recibiendo encontraba su venganza por la vía de la fuerza. Si la prensa iba a poner en solfa las carencias organizativas del Festival, a la prensa había que silenciarla o, por lo menos, maltratarla como venganza. Entre los profesionales empezaba a ser famoso aquel segurata dictatorial del Retiro, o el Responsable de Prensa invisible que cuando se le lograba contactar nunca parecía saber nada del tema o incluso nos llamaba mentirosos insinuando que nos estábamos inventando incidentes desagradables con Dios sabe qué propósito.

Además de todo ello, en el Festival se sucedían fallos logísticos, técnicos y de organización perdonables en un contexto de connivencia común, pero que tal y como estaba el ambiente contribuían a enardecer la violencia de la situación. Retrasos, interrupciones en las proyecciones, errores de formato de pantalla que tenían que solventarse ya empezada la película o fallos con el subtitulado se pudieron ir viendo durante los días que duró el Festival. Pero no sólo eso, también hubieron tensiones en la puerta de las salas: desde sesiones en 3D en las que se tuvo que dejar fuera a parte del público (no sólo prensa, también gente que había venido de casa con su entrada comprada) por número insuficiente de gafas (sic) hasta insultos morales, reduciéndonos a los profesionales a una especie de grupo aparte que debía esperarse (aun con ticket reservado) para saber si finalmente podría acceder a la sala: es irrelevante lo que pagáramos por nuestra acreditación, no importa que hubiera gente venida de sus casas que hubiera aflojado más dinero que nosotros; la organización había contraído un contrato con los periodistas y lo estaba desobedeciendo.

Llegados a este punto, lo único que parece moralmente aceptable de todo lo que puede hacer el Festival es emitir un comunicado oficial de disculpas al grueso de la prensa y una explicación de cómo va a funcionar el asunto la próxima edición. Lo dudamos. Probablemente la organización seguirá poniendo su mejor cara, la que los medios generalistas han captado con entusiasmo inconsciente (o interesado), utilizando la coartada de los rostros famosos que han acudido al certamen como dudoso signo de salud, y el año que viene ya hablaremos. Sí, probablemente hablaremos de una nueva muestra de fuerza como la que han ejercido este año, pero ya hablaremos. Probablemente nos dejen fuera, pero ya hablaremos. Probablemente ellos serán los que hablarán y nosotros los que callaremos cuando haya que repartir acreditaciones: se nos silenciará ante los stands de prensa, pero a nosotros, asistiendo o no al Festival, acreditados o baneados de manera caciquil, nos quedarán nuestros respectivos medios para comunicar todo lo que ocurre. Señores de Sitges, no olviden que nosotros somos Prensa. Y nosotros no nos callamos. Así que sí, ya hablaremos.

La Casa de los Horrores
Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Gràcies pel suport, Joan…

    Sí, por supuesto, el precio simbólico es necesario. En este caso, también excesivo, pero se entendería si a cambio ellos hubieran cumplido.
    Está claro que hace falta una selección severa en los acreditados. Lo ideal sería un estudio en profundidad de los medios que cumplen y los que no. De ese modo los que vamos al Festival a trabajar intensamente podríamos acceder a las acreditaciones, y los apalancados no.
    Pero entiendo que eso sea tarea complicada (aunque yo mismo he trabajado en acreditaciones de un festival y eso es justo lo que hacía). Así que yo asumo que de pronto el Festival vuelva a su política habitual: sólo un acreditado por medio, excepto en medios más grandes. Adelante, que lo hagan (nosotros sólo podremos mandar a uno de nosotros a cubrir el Festival, estoy dispuesto a aceptarlo), pero en ese caso que traten a la prensa con corrección, dignidad y transparencia.
    Este año han absorvido a más gente de la que podían. Han cobrado muchísimas más cuotas de acreditación pero a cambio no han puesto más espacio para prensa, sino el mismo.
    En otras palabras: contra más acreditados mejor, sí; pero no así. Prefiero que el año que viene algunos nos quedemos fuera, pero por lo menos no seamos estafados.

    Una abraçada, Joan!

  2. Hola,
    os escribo para comentaros que tengo la impresión de que habéis pagado justos por pecadores en el tema de las entradas; el año pasado me encontre a un compañero del instituto que venía acreditado por un periódico, y charlando con él y compañeros de oficio me llevé una decepción total: en lugar de estar contento de poder disfrutar viendo las películas, solo estaban interesados en quedar para petar la xerrada y que las películas eran casi una molestia, y cuando preguntaba has visto tal peli, con indiferencia decían que ya estaba ripeada y que ya la verían.
    Sinceramente, estoy a favor de que se coloque un precio simbólico por la acreditación para evitar a los parásitos que no les interesaba disfrutar de la programación, pero el trato que os han dado ha sido vergonzoso.

  3. Este ha sido mi primer año en el festival y la imagen de la organización no ha sido la mejor.

    Nada mas llegar tuve problemas para retirar mis entradas.

    Y en cuestión de proyecciones… durante la presentación de Bates Motel el episodio piloto se emitió en V.O.s. hasta que tras varios cortes en la cinta decidieron cambiarlo a una versión doblada. El segundo episodio volvía a ser en v.o.s. pero a mitad del episodio pegaba un salto de varios minutos sin ninguna explicación.

    Lo dicho, primer año y no la mejor de las sensaciones.

  4. El otro día os puse en un comentario que esperaba que lo estuviérais pasando bien en Sitges, ya veo que no fue así.

    Nunca he podido ir al festival por diversos motivos, pero siempre ha sido uno de mis favoritos y del que he procurado estar informado, porque lo tenía en un pedestal… del que se acaba de caer.

    Leyendo este tipo de circunstancias y de situaciones, me pregunto si en este país se valora la cultura de alguna manera, y a aquellos que trabajan de su lado, en este caso, informando sobre ella, porque parece que en los últimos tiempos todo se ha convertido en un mero juego de intereses por parte de unos pocos para hacer lo que les sale de …. ya me entendéis. Últimamente parece que todo es un juego de ambición y de menosprecio. Cómo si realmente quisieran acabar con la cultura en general y el mundo del cine en particular.

    Esperemos que denuncias como las vuestras, y otras críticas y comentarios hagan que todo mejore para futuras ediciones.

    Yo os mando mi apoyo, no es mucho, pero considero que hacéis un buen trabajo y cómo tal es de valorar.

  5. Felicidades por el artículo. Es tal y como ha transcurrido el festival…casi mendigando favores, suplicando entrar a los pases, intentando cambiar entradas en las colas…en definitiva, se ha convertido en un negocio redondo para la organización que tarde o temprano (espero) les pasará factura. La pena es la cantidad de desilusiones que nos hemos llevado en este, nuestro festival.
    No nos hemos sentido en nuestra casa, como siempre nos habían hecho sentir, a pesar de la pésima calidad de las proyecciones e invitados…ni que fuera Cannes!
    En fin, espero que esto llegue a quien tenga que llegar y el año que viene sea mejor que este.
    Un abrazo.

  6. Ey, gracias por el apoyo, querid@s.
    Aunque más que apoyo me da que es una suma a la causa: me consta que algun@s también tuvisteis que sufrir en vuestras carnes las intempestuosidades del infamoso Departamento de Prensa de Sitges.

    En fin, sí, el año será mejor… aunque me da a mí que yo no estaré ahí para comprobarlo. En fin. Haciendo las maletas para Cannes, ya si eso.

    Abrazos, besos y lo que surja ;)

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